domingo, 11 de octubre de 2015

La isla mágica de Pohnpei y el secreto de Nan Madol.

Debajo de la isla de Pohnpei (o Ponape), en el océano Pacífico, se esconde una página secreta de la historia de la Humanidad. Por esta razón, los iniciados de la hermandad de los 'tsamoro' le dan a su isla justamente este nombre: "Sobre el secreto".



James Churchward, quien ha sido tachado de farsante, señala que su opinión básica de la existencia de una civilización-madre en un antiguo continente hoy sumergido bajo las aguas del Pacífico  y que no debe confundirse con la Atlántida, supuestamente hundida entre Europa y América la comparten otros investigadores y ocultistas de mayor o menor credibilidad, entre los cuales destacan por
mayoritariamente conocidos el naturalista y filósofo alemán Ernst Haeckel, para el cual la cuna de la
humanidad actual hay que buscarla en zonas hoy cubiertas por las aguas indopacíficas, y la inspiradora de la teosofía, la rusa Helena Petrovna Hahn, más conocida por Madame Blavatski después de su matrimonio con el general Nicephor V. Blavatski.

En las aguas de Pohnpei se refleja, desde la profundidad de los tiempos, la identidad final del símbolo solar y galáctico de la esvástica con el símbolo de la perfección de la obra representada por el sello de Salomón también llamado estrella de David.

 
                           



Las ruinas de Nan Matol, una ciudad sin origen ni fin conocidos, erigida sobre 91 islotes artificiales, hoy invadidos por la jungla y los manglares. Este es el enigma capital de Pohnpei que la arqueología conoce que la arqueología conoce y admite como tal: su desconocimiento absoluto sobre la finalidad de las más impresionantes ruinas del océano Pacífico. Pero si éste es el enigma visible a los ojos del mundo, el auténtico foco mágico de la isla está oculto en la abrupta espesura de la jungla de Salapwuk, en las montañas de Pohnpei. 


El  recuerdo de gigantes, el recuerdo y la presencia de seres de talla extremadamente pequeña, el recuerdo de personas que sabían volar, el recuerdo de una raza que recurría a asombrosos poderes mágicos que permitían el transporte aéreo de grandes bloques de piedra. El recuerdo claro de la conexión celeste y de la realidad del vuelo posible. También habla la tradición de Pohnpei de cambios de plano de seres espirituales que adoptan concreciones formales.
Esto y mucho mas ofrece la memoria popular hoy en día viva en una isla de dimensiones algo mas reducidas que, por ejemplo, Ibiza.




Pero el hombre blanco fue allí para lograr que hoy no sepamos a ciencia cierta lo que realmente aconteció en un pasado remoto en esta roca sagrada del Pacífico. La escoba de la civilización se encargó de borrar la sal del conocimiento de los reyes del Sol. Sólo dos lugares siguen siendo guardianes del pasado: El posible testimonio sumergido frente a las ruinas de Nan Matol y el conocimiento esotérico encerrado en Salapwuk, donde nos podemos acercar al secreto de la piedra inicial. 

T.H. Hood, en su obra Notes of a cruise in H.M.S. "Fawn" Oeste del Pacífico en el año 1862, publicada en Edimburgo en 1863, dejó dicho... "En Upolu hallé a una persona digna de crédito que me comunicó que doce meses antes había estado en Nan Matol, en donde, paseando en un bote por las aguas bajas, había visto allí las ruinas de una gran ciudad que yacía bajo el agua, con importantes edificios, calles regulares y una plaza libre en el centro, sobre la que parecía haberse alzado un gran templo o un edificio similar.


Herbert Rittlinger, en Der masslose Ozean, novela de viajes publicada en 1954 en Munich, cita una
curiosa nota de prensa fechada en el año 1939. Afirmaba ésta que submarinistas japoneses habían efectuado inmersiones en la isla Carolina de Ponape y habían sacado del fondo del mar trozos de platino. Pero no de alguna formación natural recubiertade coral, sino de un tesoro submarino: concretamente de sarcófagos de platino. 


Completa la información Rittlinger añadiendo que en la costa oriental de Ponape se hallaban diseminadas en una amplia área unas misteriosas construcciones cubiertas por la jungla: un sistema de canales, muros ciclópeos, ruinas de fortificaciones, ruinas de palacios... Continuaba Rittlinger afirmando que el descubrimiento de los japoneses no había sido casual: ya mucho antes de la primera gran guerra de los blancos explicaron los nativos  cuando las Carolinas fueron todavía posesión alemana, buscadores de perlas y comerciantes japoneses habían efectuado sondeos clandestinos en el fondo del mar. 




Hasta que los submarinistas regresaron con narraciones fabulosas: allí abajo se habían podido pasear por calles en parte bien conservadas, si bien recubiertas de moluscos, colonias de corales y otros habitantes marinos, amén de algún que otro vestigio de ruinas. Desconcertante había sido, según ellos, la visión de numerosas bóvedas de piedra, columnas y monolitos.

Pero una cosa no habían logrado hallar aquellos primeros submarinistas japoneses: de acuerdo con
algunas narraciones, esta misteriosa ciudad albergaba tesoros concretos: metales nobles, perlas, esmeraldas y barras de plata. En el centro de la ciudad se debía hallar una especie de panteón de los nobles del lugar, cuyas momias yacían allí. Pero aquí venía lo asombroso: cada una de estas momias estaba encerrada en un sarcófago de platino. 




Carlos Canales: "El Misterio de Nan Madol"

Éstos son los sarcófagos que ya en época de dominación japonesa de la isla, o sea entre las dos
guerras mundiales habrían localizado los submarinistas nipones. De acuerdo con estos testimonios, habrían ido extrayendo platino del fondo marino hasta el momento en que dos de los submarinistas no volvieron a subir. Desaparecieron sin dejar rastro, llevándose consigo su moderno equipo de inmersión y de trabajo: jamás nadie volvió a verlos. Luego vendría la guerra que acabó con la dominación policial y militar japonesa en la isla. Y con quienes probablemente estaban sobre la pista del supuesto platino.

En la Guía extraterrestre del planeta Tierra editada en 1982 por Ediciones Martínez Roca de Barcelona, leemos: «En esta pequeña isla, también conocida con el nombre de Nan Madol, se esconde uno de los grandes misterios de la exoarqueología: se trata de las ruinas de Nan Madol, investigadas originalmente por el especialista alemán Herbert Rittlinger».  «¡Allí se eleva el monumental conjunto arquitectónico de Nan Madol!» Incluye varios túneles, un muro de unos 900 metros de longitud y 15 metros de altura, canales y tumbas. El núcleo de la zona edificada consiste en una especie de templo construido con sillares de basalto. Posee forma cuadrada y tiene unos 60 metros de lado. Cada una de las piezas de basalto pesa varias toneladas.



Primera pregunta: ¿Cómo llegaron hasta allí aquellas colosales piedras? Se necesitaron medios de transporte mucho más eficaces de los que puede poseer una aldea de primitivos pobladores prehistóricos.

Segunda pregunta: ¿Por qué se escogió esta minúscula isla para construir los edificios, cuando las restantes islas del archipiélago presentaban mayores comodidades?

Tercera pregunta: ¿Qué finalidad cumplía este conjunto de piedra? ¿Fortaleza? ¿Templo dedicado a una divinidad hoy desconocida?

Se ignora hasta dónde conducen los túneles. Una antigua leyenda local sostiene que en el fondo del mar está sumergido un inmenso tesoro de metales preciosos. Se dice que unos buzos comprobaron las existencia de una ciudad sumergida y que habrían caminado por sus calles y contemplado sus templos y casas. Los nativos afirman que los japoneses, mientras ejercieron la administración de la isla, recogieron abundantes cantidades de platino sumergido...


Erich von Dániken había escrito algo sobre el tema en Meine Welt in Bildern, publicado en versión
castellana por Martínez Roca con el título de 'El mensaje de los dioses': «Una de las pequeñas islas que rodean a Ponape, y cuya superficie es de 0,44  km², es comparable a la Ciudad del Vaticano, se llama oficialmente Temuen, aunque, debido a las imponentes ruinas de Nan Madol en ella existentes, suele conocerse por este segundo nombre».  «Al ignorarse por completo el origen de estas antiguas instalaciones, es evidente que toda pregunta relativa a su significado o a su posible destino cae en el vacío.



¿Por qué alguien, en alguna época remota, se empeñó en la colosal empresa de transportar a este islote perdido cerca de 400.000 enormes bloques de basalto desde la costa norte de Ponape, de donde tuvieron que ser extraídos? Si se trataba únicamente de construir "templos". ¿Por qué no se levantaron éstos en las cercanías de la cantera? Los muros que todavía hoy quedan en pie llegan a tener 14 metros de alto y hasta 860 metros de largo.



Si ya era sumamente difícil extraer y tallar cada uno de esos bloques de 3 a 9 metros de largo y 10  toneladas de peso, resulta del todo imposible concebir su transporte a través de la espesa jungla aun por una gran multitud de hombres fuertes. Suponiendo que varios equipos se hubieran aplicado ininterrumpidamente, relevándose unos a otros, a la tarea de extraer, dar forma y transportar dichos
bloques basálticos de varias toneladas de peso, habrían sido necesarios 296 años para llevar a buen término tan absurda empresa. Por otra parte, en el islote sólo podían residir unos pocos hombres. ¿De dónde vinieron, pues, esas ingentes, pero indispensables masas de trabajadores?»




Más adelante, Von Dániken continúa: «Mirando a través del agua clara, tuve la impresión de que las
construcciones parecían "crecer" sobre la isla, siendo sus formas arquitectónicas como la prolongación de algo más profundo, algo que nos lleva al concepto legendario de la "fuente sagrada". ¿No es posible que, en vez de una fuente, se tratara del acceso a una instalación subterránea? ¿Servirían las fortificaciones para proteger dicho acceso? Por sí solos los nativos no pudieron llevar a cabo obras subterráneas de tal envergadura; ¿les ayudaron quizás extraños visitantes? La leyenda habla de un dragón volador que escupía fuego, que abrió canales e hizo surgir las islas; habla también de un mago que le acompañaba, y a cuyo conjuro la roca saltó en pedazos, cayendo los bloques de basalto sobre la isla.

Emanuelle Hubert, en un apéndice incluido en el buen panorama documental titulado El gran libro
de los enigmas editado por Selecciones del Reader's Digest, escribió por su parte, refiriéndose a Nan Matol: «En la zona de más difícil acceso de esta pequeña isla se alzan las ruinas impresionantes de una ciudad megalítica. Unos bloques de basalto, perfectamente tallados, colocados al modo de los tablones en una construcción de madera, forman murallas que alcanzan casi diez metros de altura.



Un sistema de canales o de acequias divide la ciudad misteriosa en islotes rodeados de murallas. Unas puertas abrían o cerraban estos canales del lado del mar. Se había construido un dique para guarecer un puerto. La arquitectura de Nan Matol no se parece a ninguna otra. Los micronesios actuales no habrían sido capaces de realizar este tipo de construcción. Se ignora la fecha en que se edificó esta ciudad y la razón de que sus habitantes la abandonaran repentinamente (algunas murallas no se concluyeron). También cabe preguntarse por qué fue elegida Ponape, isla perdida, para construir una ciudad tan importante».

(Nan Matol significa «El lugar de los espacios»; con «espacios» creemos que quisieron decir los espacios entre las islas).En el diccionario, nan es una preposición: en; y Matol un concepto que expresa el espacio entre dos cosas, o el lapso de tiempo entre dos eventos. Veamos ahora lo que ofrecen los vestigios hoy existentes de tan indefinible lugar: el Nanisounsap, el lugar del rey del Sol que, a fin de servir de santuario para la adoración de la anguila sagrada, erigieron aquí los mágicos hermanos constructores Olosipe y Olosaupa.

El conjunto de Nan Matol se extiende sobre un área de aproximadamente 1.400 metros de longitud,
con un promedio de anchura de 500 metros. Ocupa, pues, una superficie de 700.000 m² (0'7 km²).
Esparcidos sobre estas 70 hectáreas se hallan un total de 92 bloques, recintos o módulos de construcciones.



Repartidos en dos sectores, Matol pa Matol pan ne, cuya separación queda marcada por una laguna de aguas bajas, las construcciones están encerradas por sus tres flancos que dan al mar en una muralla externa que comienza en Peí ni ot, en el extremo norte, y se extiende a lo largo de Nau Molusai, Kanan y Pan ni hasta Pon Kaim. El sector de ciudad conocido por Matol pa, o espacio inferior, albergaba las viviendas del rey y el principal lugar de culto, Itet.

El otro sector, Matol pau ue o espacio superior, albergaba las residencias de los sacerdotes y el edificio principal de todo el conjunto, Nan Tauas, que encierra a su vez el sepulcro más destacado de Nan Matol. La muralla externa, a su vez, presenta diversas aberturas o pasos, en una de las cuales, Mueit en Kiti, en el flanco suroeste, yacen una serie de bloques de basalto que permiten el paso únicamente con la marea alta.

En Nan Matol existen además tres agujeros en el arrecife que tienen una profundidad de 60-80 metros. Son los agujeros llamados Nam en ias, que se encuentra en el interior del islote artificial Pei Kap; Le en kai, en el interior del islote artificial Toron; y Nam en kau, situado exactamente en la línea de la muralla externa, entre los segmentos de ésta conocidos por Lem en sei, al suroeste del agujero, y Lem en kau, al noroeste del mismo. Dicho agujero marca en la muralla la línea de separación entre los dos sectores mencionados de Nan Matol, separación marcada en el extremo opuesto, en la costa de la isla de Tsamuin, por el espacio que queda entre el recinto que alberga la supuesta tumba de Iso Kalakal, Pei en pan kitel, al noreste de la misma, y el islote artificial de Pan ti bob, al suroeste.

La ciudad real o baja está construida sobre islotes artificiales asentados sobre el sector de arrecife
conocido por Nan le en mok, mientras que la ciudad sacerdotal o alta lo está sobre los conocidos por Pon muitak y Pon muirak, sectores de arrecife que quedan divididos por la muralla inconclusa que arranca del islote-avanzadilla de Pei ni ot, al norte. La muralla que da hacia el suroeste y que arranca desde Karian en su extremo noroeste, está erigida sobre el sector de arrecife conocido por Pon pik a lap, y en ella, próximo al agujero de Nam en kau, se halla el banco de arena llamado Pik a lap, lugar en el que de acuerdo con la tradición desembarcó Iso Kalakal.

(Si te ha parecido interesante lo que acabas de leer, dando clic en la publicidad nos ayudas a seguir trabajando y sólo te llevará unos segundos. Mil gracias!)




1 comentario:

  1. muy interesante esto,esto es extraterrestre sin duda alguna,al igual que puma punku,en peru

    ResponderEliminar