martes, 23 de junio de 2015

Las raíces ocultas de la medicina, en un antiguo manuscrito.

La primera vez que Grigory Kessel sostuvo el antiguo manuscrito, con sus páginas de pergamino de más de 1.000 años, le resultó curiosamente familiar.
Kessel, un especialista en siríaco de la Universidad Philipps de Marburgo, en Alemania, estaba sentado en la biblioteca del propietario del códice, un acaudalado coleccionista de material científico singular de Baltimore. En ese instante cayó en la cuenta de que hacía tan solo tres semanas, en una biblioteca de la Universidad de Harvard, había visto una página huérfana demasiado parecida a las del libro como para ser una coincidencia.



El manuscrito que tenía entre sus manos contenía una traducción de un antiguo e influyente texto médico de Galeno de Pérgamo, un médico y filósofo grecorromano que murió en 200 d.C. Le faltaban páginas, y, de repente, Kessel estuvo seguro de que una de ellas se encontraba en Boston.
El hallazgo de Kessel, en febrero de 2013, supuso el inicio de una persecución de las restantes páginas por todo el planeta, búsqueda que culminó en mayo con la digitalización de la última de ellas, redescubierta en París.


Los estudiosos apenas han empezado a leer detenidamente el texto, la copia más antigua conocida del tratado de Galeno De los preparados y los poderes de los remedios simples, un documento que podría aportar nuevas perspectivas sobre las raíces de la medicina y la difusión de esa ciencia desconocida por el mundo antiguo. “Es importante en muchos sentidos”, señala Peter Promann, especialista en greco-árabe de la Universidad de Manchester que actualmente dirige un estudio del texto.




El manuscrito que Kessel sostuvo aquel día era un palimpsesto: un texto antiguo cubierto por otro más reciente. Hace siglos esta era una práctica común, una forma medieval de reciclaje. En este caso, los escribas sirios del siglo XI habían raspado el texto médico de Galeno y habían escrito himnos religiosos sobre el pergamino.

El libro de himnos es interesante en sí, pero por ahora es el texto original, prácticamente inapreciable a simple vista y conocido como texto subyacente, el que ha cautivado la imaginación de los estudiosos.

Durante siglos, los Remedios simples de Galeno fueron de lectura obligada para los aspirantes a médicos, la suma del conocimiento antiguo sobre medicina, cuidados de los enfermos y plantas medicinales. Su autor describió una raíz que cura “la aspereza de la garganta” y recomendó la marihuana como un remedio para el dolor de oídos “que no produce flatulencia” (aunque “seca el esperma”).



Gran parte del tratado acabó traduciéndose al siriaco, una variante del arameo empleada por las comunidades cristianas de Oriente Próximo. El texto subyacente del manuscrito de Baltimore, probablemente del siglo IX d.C., es una copia de la traducción siriaca, completada a su vez concienzudamente en el siglo VI d.C. por Sergio de Reshaina, un médico y sacerdote sirio.
“Hoy día, traducir de una lengua a otra no parece nada especial, pero en aquella época era un gran logro”, destaca Kessel. “Había que crear el vocabulario, descubrir palabras siríacas que correspondieran al léxico médico griego”.

Hacia el siglo VI, los cristianos de lengua siríaca se estaban extendiendo al este de Turquía por Siria, Irak e Irán y necesitaban traducciones de las obras científicas griegas, en parte para que sirviesen de apoyo a labores misioneras como mantener en funcionamiento los hospitales.


Los Remedios simples era una obra extensa, un tratado en 11 volúmenes. Las traducciones que hizo Sergio del texto de Galeno se copiaron y se volvieron a copiar durante siglos, y acabaron por convertirse en un vehículo que sirvió para trasladar la sabiduría médica de los antiguos griegos a las sociedades islámicas. Los textos siríacos eran mucho más fáciles de traducir al árabe que los griegos.
A medida que la influencia musulmana creció en Oriente Próximo, la población cristiana disminuyó, y con ella el siríaco. “Las grandes culturas cristianas que lo usaban padecieron mucho”, afirma Columba Stewart, director del Museo y Biblioteca de Manuscritos Hill, de Collegeville, en Minnesota. “Cuando apareció la investigación moderna, estas antiguas culturas siríacas eran tan solo un vestigio de sus antecesoras, y a menudo estaban aisladas de la cultura occidental, de manera que no conocen mucho”.


Una lectura reveladora

Se sabe poco de la historia del manuscrito de Baltimore, conocido oficialmente como Palimpsesto Siríaco de Galeno, desde su reutilización en el siglo XI hasta la década de 1920, cuando fue vendido a un coleccionista particular en Alemania. Posteriormente, el documento se volvió a perder de vista hasta 2002. Entonces un coleccionista lo adquirió en una venta privada. El comprador no ha sido identificado públicamente.

En 2009, el Palimpsesto de Galeno se cedió en préstamo al Museo Walters de Arte para que un grupo de especialistas independiente tomase imágenes espectrales de sus páginas, para revelar el texto subyacente de Galeno que había sido borrado. Cada página se fotografía a altísima resolución con colores y configuraciones de luz variables que iluminan las tintas, los surcos de la escritura y el propio pergamino de diversas maneras. Los algoritmos informáticos aprovechan estas variaciones para obtener la máxima visibilidad del texto subyacente.

Las imágenes resultantes se colgaron en Internet con una licencia de uso compartido creativo (creative commons), lo que significa que cualquiera puede utilizar libremente el material para fines no comerciales. Cuando las imágenes estuvieron en la Red, William Noel, conservador de manuscritos y libros raros del museo, empezó a organizar a los miembros de la diminuta comunidad académica dedicada el estudio de los textos científicos en siríaco para que investigasen el nuevo material.

 
Uno de ellos era Kessel, que se encontraba en Washington con una beca para la Biblioteca de Investigación Dumbarton Oaks de Harvard. Mike Toth, el ingeniero de sistemas que dirigió el trabajo de toma de imágenes, consiguió organizarlo todo para que pudiese ver el palimpsesto por sí mismo.
“Ni siquiera podía imaginarme qué aspecto tendría”, recuerda Kessel. “Cuando vi el manuscrito tuve esa sensación de déjà vu, de que ya lo había visto. Y entonces recordé la página suelta de la biblioteca de Harvard”.


Llenar las lagunas

Mediante el análisis del tamaño de las páginas, la escritura y otras características, así como del texto visible, Kessel pudo determinar que la página de Harvard, efectivamente, llenaba una de las lagunas del Palimpsesto de Galeno. Pero, al parecer, faltaban otras seis. El investigador se propuso encontrarlas.

Empezó por una lista de 10 bibliotecas en las que se sabía que había documentos siríacos y peinó los catálogos disponibles en Internet para buscar pistas como las dimensiones correctas o vagas referencias al texto subyacente. En ocasiones se desplazó él mismo a las bibliotecas. Las buenas nuevas no tardaron en llegar. Kessel encontró una de las páginas que faltaban en un catálogo del Sagrado e Imperial Monasterio del Monte Sinaí trillado por Dios, más conocido como Monasterio de Santa Catalina en el desierto de Sinaí, en Egipto, que tiene la biblioteca en funcionamiento ininterrumpido más antigua del mundo.

Otra página apareció en la Biblioteca Nacional de Francia en París. Y en la enorme biblioteca del Vaticano, en Roma, logró identificar las otras tres, con lo que el total sumaba seis. Se cree que la séptima página estaba en blanco y probablemente fue desechada.





Un vínculo fascinante

Nadie sabía qué parte del tratado Remedios Simples estaba escondida en el palimpsesto. Aparte de esta, la única copia conocida se encuentra en la Biblioteca Británica en Londres e incluye únicamente los libros 6 a 8. Las traducciones de estos volúmenes finales de la serie son las más frecuentes, porque contienen más información específicamente médica, así como detalles acerca de las propiedades de las plantas.

Pero a medida que sus estudios preliminares avanzaban, Kessel y sus compañeros detectaron algunas palabras de los libros 2 y 4 en una de las páginas sueltas. Los especialistas conocen el texto completo del tratado, pero solo a través de traducciones más recientes a otras lenguas diferentes del siríaco. “Fue algo absolutamente inesperado”, declaraba.

Siam Bhayro, especialista en estudios paleojudaicos de la Universidad de Exeter, en Inglaterra, pensaba que Sergio tenía que haber traducido los primeros libros, pero hasta entonces no había pruebas. Cuando oyó que Kessel podría haber encontrado páginas de las traducciones tempranas “estuvo a punto de ponerse a bailar”, confiesa.

Otro de los fascinantes descubrimientos de Kessel fue una nota en árabe en la primera página que indicaba que el manuscrito –por entonces un libro de himnos que ocultaba el texto de Galeno– había sido donado a los hermanos del monasterio del Sinaí, en referencia a Santa Catalina. Cómo salió del monasterio es algo que no está claro. Sobre todo a principios del siglo XX, algunos ejemplares de la biblioteca se tomaron legítimamente en préstamo, mientras que otros los robaron visitantes que esperaban venderlos en privado.


Actualmente, el equipo independiente de toma de imágenes está acabando el trabajo necesario para añadir las páginas redescubiertas a la colección digital. Pero traducir y estudiar el texto siríaco revelado por las imágenes llevará mucho más tiempo, tal vez cinco años como mínimo. La tarea está en curso en estos momentos gracias a una reciente subvención de 1,5 millones de dólares del Consejo de Investigación de Artes y Humanidades de Reino Unido.



Los especialistas están ansiosos por comparar el material en siríaco con las copias existentes del tratado escritas en griego, toda ellas aparentemente varios siglos anteriores al Palimpsesto de Galeno y mucho menos fieles al original. A medida que los textos pasaban por diferentes sesiones de copia, iban experimentando cambios significativos. Un copista podía suprimir partes que no le pareciesen importantes o añadir otras basándose en nuevos conocimientos. Comparar el Palimpsesto de Galeno y la copia en siríaco de la Biblioteca Británica podría ofrecer una visión reveladora de la forma de tratar a los enfermos de los antiguos griegos y de cómo estos remedios se difundieron por Oriente Próximo.


A pesar de los avances que hizo posibles, “según nuestro criterio, no todo es completamente científico”, puntualiza Petit. De hecho, muy pocos consejos de Galeno resistirían el escrutinio moderno. Igual que otros médicos de la Antigüedad, creía que la salud dependía del equilibrio de los cuatro “humores” del cuerpo, y recomendaba determinadas piedras por sus poderes purificadores.
“El sistema de Galeno es un completo disparate”, remacha Bhayro. Aun así, era la mejor teoría disponible en una época en la que la idea en sí de la ciencia médica era relativamente nueva. “Cuando esté descifrado totalmente es probable que se convierta en un texto capital”, pronostica Pormann, de la Universidad de Manchester. “Tal vez descubramos cosas que ahora no podemos ni soñar”.

Fuente: El País


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