viernes, 27 de febrero de 2015

Napoleón en Egipto.

En 1798, al llegar Napoleón con su expedición a Egipto, esto hizo que hubiera un punto de inflexión en la historia.
Mientras que Oriente estaba en estado pasivo durante siglos, Occidente estaba hiperactivo. justo lo contrario que había sucedido en el período de las Cruzadas, donde una Europa paralizada por la religión y el obscurantismo en la Edad Media, se enfrentaba  a un Oriente de luces y en agresiva expansión.

Historiadores han señalado cómo la Batalla de las Pirámides fue un choque estableciendo la superioridad armamentística y de táctica militar occidentales sobre las orientales, pero una semana antes Bonaparte ya había luchado una batalla transcendental con los Mamelucos al norte de El Cairo. Es  allí donde se detectaron las características y debilidades de su oponente antes  de asestar el golpe final.



Napoleón en África 



En gran corso en busca de su destino

 

A mediados del verano de ese mismo año, Napoleón estaba en el norte de África, y ¿por qué?...
Eran un cúmulo de varios factores. Por una parte tenía como objetivo el bloquear la ruta comercial que mas interés económico proporcionaba a Inglaterra, enemiga de Francia en la época: la ruta con la India.
Además pretendía formar una colonia francesa, inexistente hasta entonces en la región, llevó a 167
de los mejores científicos y eruditos de Francia, para que allí estudiaran la cultura del Antiguo Egipto.


La Esfinge


Otro motivo es que esta vez pretendida por el gobierno francés post Revolución Francesa o Directorio, alejar de París a un joven poderoso general Napoleón, victorioso en las campañas italianas con Austria, la cual  apuntaba ya las máximas ambiciones.

Algunos dicen que Bonaparte sentía especial admiración hacia  Alejandro Magno, como tantos otros en la Historia, y quizá hubo una componente de emulación en la invasión de Egipto. En 332 a.c. Alejandro Magno era recibido en Egipto como liberador de los persas, contaba con 24 años de edad. Napoleón, con 28, podía alcanzar a Alejandro Magno si se daba prisa, y conquistar Egipto, Jerusalem y Siria. Incluso podría llegar a Constantinopla y la India. Una vez establecida una base fuerte  en Egipto, Napoleón había escrito previamente al Directorio exponiendo que Francia podía dominar el Mediterráneo con poca oposición por parte del decadente Imperio Otomano: “ocupemos Egipto, y tendríamos una ruta directa a la India”.

Para ocupar Egipto había que vencer a la casta que lo gobernaba durante siglos: los Mamelucos. Se trataba de una clase guerrera que vivía en tierras egipcias con grandes lujos e independencia del Imperio Otomano desde el siglo XIII, antes incluso de la existencia del propio imperio.
Mameluco significa  en árabe “hombre comprado” y de hecho, estos hombres eran comprados de niños a familias cristianas de varias partes de Asia (básicamente el Cáucaso) para ser educados como musulmanes. Se les entrenó durante siglos como guerreros del Imperio Otomano, de los más feroces y cualificados. En el siglo XVIII seguían disfrutando de una autonomía casi completa del imperio. No pagaban tributos, y seguían una política totalmente independiente. Cuando llegó Napoleón con su ejército de 30.000 franceses, los mamelucos no eran más de 10.000.


Mourad Bey


Los Mamelucos tenían dos gobernantes en aquella época: Ibrahim Bey y Mourad Bey, el primero asentado en El Cairo, el segundo en Giza. Ambos eran jefes poco impresionables por las fuerzas francesas, ya que a pesar de la fama que las precedía ellos daban toda la importancia en una batalla a la caballería, y no era precisamente de lo que los franceses estaban más sobrados en Egipto.


Las pirámides como testigo, pero de lejos

 

Mientras Napoleón marchaba con su ejército de Alejandría a El Cairo, después de conquistar la primera, se encontró con las fuerzas mamelucas a 15 km de las pirámides y a sólo 4 km de El Cairo. Las pirámides se veían pues a lo lejos, en toda su majestuosidad. Bonaparte, que sabía muy bien de las artes de la propaganda, se cuidó mucho de asociar la batalla con las pirámides milenarias y les hizo referencia en su famoso discurso de inicio de la batalla: “¡Adelante soldados! Recordad que desde lo alto de las pirámides, cuarenta siglos os contemplan”.


Napoleón en las pirámides


La batalla que se desencadenó no fue nada igualada: por un lado, 25.000 tropas francesas repartidas en 5 divisiones, perfectamente alineadas en escuadrones rectangulares, con la caballería en el centro y los cañones en la periferia, y con una potencia de fuego irresistible. Por el otro, la caballería mameluca de Murad Bey, 6.000 jinetes, apoyados por unos 15.000 infantes de muy inferior calidad. Armados con sables y lanzas, de los cuales eran maestros en su uso, apenas disponían de armas de fuego.

La caballería mameluca se lanzó a la carga contra las huestes francesas, pero fue parada en seco por toneladas de acero, disparadas con gran sincronía por los escuadrones de Napoleón. En pocas horas murieron más de 3.000 jinetes mamelucos, y el resto del ejército huyó junto con su jefe hacia el Alto Egipto. Ibrahim Bey huyó a Siria para reorganizar la resistencia, pero todo estaba perdido. Tras 700 años de dominio, los mamelucos entregaban Egipto.


pc1

 

 

Una victoria agridulce

 

El desenlace de la conquista de Egipto no fue ni mucho menos el esperado por Napoleón, ya que pocos días después de la Batalla de las Pirámides perdió prácticamente toda su flota a manos del almirante Nelson, con lo que el ejército francés quedaba incomunicado en África. Posteriormente, Napoleón tuvo que abandonar Egipto dado que la política se estaba complicando mucho en París, y su ejército no tuvo más remedio que rendirse en pocos meses al inglés, que lo repatrió a Francia a cambio.

No obstante, la misión científica francesa fue un éxito sin precedentes, y fue la única compensación por las vidas y material perdido en las tierras de Egipto. La Descripción de Egipto, un fabuloso trabajo compuesto por 24 volúmenes repletos de descripciones de las ruinas de los templos faraónicos, bellísimas ilustraciones de prácticamente todos los aspectos de la vida en Egipto —antigüedades, edad moderna e historia natural—, etc. han maravillado a generaciones desde entonces y fueron la base de la Egiptología que todavía hace furor en el mundo.



La Descripción de Egipto


En la actualidad estas descripciones tienen un fabuloso valor ya que en menos de 200 años desde su publicación, muchos de los templos descritos han desaparecido, ya sea bajo las aguas de la presa de Asuán o bajo el pillaje, guerras, o poco respeto de la población del momento en relación a sus antepasados, que no conocen y muchas veces rechazan.

Además, un destacamento francés descubrió la famosa Piedra Rosetta, confiscada después por el ejército inglés y expuesta en el Museo Británico desde 1802, clave para descifrar los jeroglíficos egipcios que llevaban más de 1.400 años sin nadie que los supiese leer.


La Piedra Rosseta

 

Napoleón, genio y figura

Tras la célebre Batalla de las pirámides, algunos oficiales visitaron la Gran Pirámide e incluso subieron a su cima (la cima desde la que la que cuarenta siglos los contemplaban). Napoleón prefirió descansar a la sombra, pero no estuvo inactivo.

Cuando los oficiales bajaron y se reunieron con él, les explicó que había estado calculando la cantidad de piedra que formaba la pirámide. Había suficiente, dijo, para construir un muro de piedra de 3 metros de alto y 0,3 metros de grosor alrededor de toda Francia.

El grupo debió de quedarse perplejo, porque el matemático Monge, que estaba entre ellos, hizo su propia estimación, que confirmó la de Napoleón.


Napoleón Bonaparte


Otro hecho histórico poco conocido es sin duda el relativo a la noche que pasó Napoleón en solitario en el interior de la llamada “Cámara del Rey” de la pirámide de Keops (Khufu en egipcio). El hecho está suficientemente documentado históricamente. ¿Qué ocurrió la noche del 12 de agosto de 1799, por cierto, sólo a 3 días de cumplir 30 años? Napoleón sabía que tanto Alejandro Magno como Julio César habían pasado una noche en la pirámide de Keops… Probablemente, el gran corso estaba buscando su sitio en la Historia.


Cuentan los cronistas que a la mañana siguiente el general salió de las entrañas de la pirámide de Khufu demacrado y mudo. No queriendo contar nada de lo sucedido allí dentro. Nadie, ni su fiel Kebler, ni ningún otro general, supo jamás qué ocurrió aquella noche, pues Napoleón no quiso que le tomaran por loco.




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